
El relato de Ananías y Safira en Hechos 5:1-11 ha generado confusión durante siglos.
A primera vista, parece que fueron castigados por dar solo una parte del dinero de la venta de su propiedad.
Sin embargo, una lectura cuidadosa revela que el verdadero problema no fue la cantidad que dieron, sino la deshonestidad que caracterizó su acción.
Puntos Clave
- La mentira fue el pecado principal: Ananías y Safira no fueron castigados por retener dinero, sino por mentir al Espíritu Santo sobre la cantidad total de la venta.
- El contexto de comunidad: La iglesia primitiva vivía un momento de generosidad voluntaria donde los creyentes compartían sus bienes por amor, no por obligación.
- La protección de la iglesia: El juicio divino sirvió para proteger la pureza de la iglesia naciente contra la hipocresía y el engaño.
- La libertad de elección: Pedro claramente estableció que tenían derecho completo sobre su propiedad antes y después de la venta.
- Las consecuencias espirituales: Su muerte inmediata demostró la seriedad de mentir a Dios y la importancia de la integridad en la comunidad cristiana.
- El temor reverente: El incidente produjo un temor santo que fortaleció la iglesia y aumentó el respeto por la autoridad apostólica.
El Contexto Histórico de la Iglesia Primitiva

La iglesia de Jerusalén vivía un momento extraordinario de unidad y generosidad. La comunidad había alcanzado un estado donde «hapanta koina» (todas las cosas en común), siguiendo el ideal helenístico de amistad de la época. Esta no era una imposición, sino una expresión natural del amor cristiano.
Los creyentes voluntariamente vendían sus propiedades y ponían el dinero a disposición de los apóstoles para ayudar a los necesitados. «No había necesitados entre ellos, porque los que tenían terrenos o casas los vendían y llevaban el dinero a los apóstoles para que ellos lo dieran a los que pasaban necesidad» (Hechos 4:34-35).
El Ejemplo de Bernabé
Justo antes del relato de Ananías y Safira, Lucas presenta el ejemplo positivo de José, apodado Bernabé, quien «poseía un campo y lo vendió, trayendo el dinero y poniéndolo a los pies de los apóstoles» (Hechos 4:36-37).
Este acto de generosidad genuina contrastaba dramáticamente con la hipocresía que seguiría.
La Propiedad Vendida por Ananías
Según Hechos 5:1, Ananías y Safira vendieron una «heredad» o propiedad. Las diferentes traducciones bíblicas usan términos como terreno, campo, posesión o propiedad inmueble. La palabra griega original se refiere específicamente a una propiedad de valor considerable, probablemente un terreno agrícola o una parcela urbana.
En el contexto de la Jerusalén del primer siglo, esto representaba una inversión significativa, indicando que Ananías y Safira eran personas de recursos económicos considerables dentro de la comunidad cristiana.
El hecho de que poseyeran tal propiedad los ubicaba entre los miembros más prósperos de la iglesia primitiva, lo que hace aún más notable su decisión de intentar engañar a la comunidad sobre el monto real de la transacción.
El Verdadero Pecado: La Mentira al Espíritu Santo

El problema central no fue retener parte del dinero, sino la deshonestidad deliberada.
Pedro confrontó a Ananías con estas palabras reveladoras: «Mientras estaba sin venderse, ¿no te pertenecía? Y después de vendida, ¿no estaba bajo tu poder?» (Hechos 5:4).
La Naturaleza del Engaño
Como plantea el erudito Scott Bartchy, «al mentir para obtener una honra que no habían ganado, Ananías y Safira se deshonraron y se pusieron en vergüenza como patrones y además, demostraron que no pertenecían a la comunidad«. Su motivación era ganar reconocimiento sin el sacrificio genuino.
La pareja actuó con «una motivación de ganar honra para ellos mismos a un bajo costo«, imitando superficialmente la generosidad de Bernabé pero sin la transformación interior genuina.
Mentir a Dios, No Solo a los Hombres
Pedro identificó la gravedad espiritual del acto: «No has mentido a los hombres, sino a Dios» (Hechos 5:4).
Pedro interpreta la mentira acerca de la mayordomía de los recursos como una mentira al Espíritu Santo y a Dios.
El Juicio Divino y Sus Propósitos

La muerte inmediata de ambos cónyuges puede parecer severa, pero tenía propósitos específicos para la iglesia naciente.
Protección de la Pureza de la Iglesia
Las muertes repentinas y dramáticas de Ananías y Safira sirvieron para purificar y advertir a la iglesia. En un momento crucial del cristianismo, era esencial que la hipocresía no contaminara la comunidad desde sus cimientos.
Esto fue evidencia de que «la iglesia nunca ha sido dañada o estorbada por oposiciones desde afuera; ha sido perpetuamente dañado y estorbado por peligros desde adentro«.
Establecimiento de la Autoridad Apostólica
El incidente con Ananías y Safira ayudó a establecer la autoridad de los apóstoles en la iglesia. Los pecadores habían caído muertos a los pies de Pedro.
Esto confirmó el discernimiento espiritual y la autoridad divina que operaba a través de los apóstoles.
El Temor Santo Como Resultado
«Y vino gran temor sobre toda la iglesia» (Hechos 5:11). Este no era un temor paralizante, sino un temor reverente que fortaleció la comunidad y aumentó el respeto por lo sagrado.
Paralelos Bíblicos y Lecciones Espirituales
El Caso de Acán
La antigua palabra para «sustrajo» es nosphizomai, que significa «apropiarse indebidamente». La misma palabra se usó con el robo de Acán en la traducción griega del Antiguo Testamento (Josué 7:21).
Al igual que Acán, Ananías y Safira tomaron lo que no les correspondía en el contexto de su compromiso con la comunidad.
La Importancia de la Integridad
El incidente enseña que la sinceridad en las relaciones interpersonales es valorada en las Escrituras como un reflejo del carácter divino, que busca la pureza de corazón por encima de las apariencias externas.
Aplicaciones Para el Cristianismo Moderno

La Honestidad en el Compromiso
La historia nos recuerda que nuestros compromisos con Dios y la iglesia deben ser genuinos. No es necesario fingir la fe; no es necesario aparentar un cristianismo solo para pertenecer o no pasar como alguien que no ha recibido la fe.
La Generosidad Voluntaria
La iglesia primitiva nos enseña que los cristianos no daban el diezmo, por la sencilla razón de que lo daban todo, pero esto era por transformación del corazón, no por obligación externa.
El Discernimiento Espiritual
Una cosa sorprendente en este incidente es el discernimiento y percepción espiritual de Simón Pedro, de lo cual carecemos en la actualidad. Esto nos desafía a buscar mayor sensibilidad espiritual en nuestro liderazgo.
El Crecimiento Continuo de la Iglesia

A pesar de este juicio severo, la iglesia no se debilitó sino que se fortaleció. «Los que creían en el Señor aumentaban más: Nuevos creyentes fueron añadidos».
La mención de un gran número así de hombres como de mujeres es la manera de Lucas para recordarnos que el lavamiento de la iglesia en relación con Ananías y Safira no hizo daño duradero.
El relato continúa mostrando que «sacaban los enfermos a las calles, y los ponían en camas y lechos, para que al pasar Pedro, a lo menos su sombra cayese sobre alguno de ellos» (Hechos 5:15).
Conclusión
El caso de Ananías y Safira no es confuso cuando entendemos que el problema no fue dar solo una parte del dinero, sino mentir sobre ello. Su historia nos enseña que Dios valora la integridad del corazón por encima de la cantidad de nuestras ofrendas.
La iglesia primitiva experimentó tanto la bendición de la generosidad genuina como las consecuencias de la hipocresía. Esto nos recuerda que nuestro servicio a Dios debe fluir de un corazón transformado, no de un deseo de reconocimiento o presión social.
Finalmente, este relato nos invita a examinar nuestras propias motivaciones. ¿Servimos y damos por amor genuino o por mantener una imagen?
La historia de Ananías y Safira permanece como un recordatorio permanente de que «Dios ve el corazón, odia el pecado y se preocupa por la pureza de su iglesia».
Su legado no debe infundirnos temor paralizante, sino inspirarnos hacia una vida de integridad auténtica, donde nuestras acciones externas reflejen verdaderamente la transformación interior que Cristo produce en nuestros corazones.



