
Tradicionalmente, el cristianismo ha entendido a Israel como el pueblo escogido de Dios, una nación especial con la cual el Altísimo estableció pactos eternos y a través de la cual bendeciría a todas las familias de la tierra.
Sin embargo, una reflexión más profunda nos lleva a preguntarnos: ¿fue Israel realmente un fin en sí mismo en el plan divino, o más bien formó parte de una estrategia mayor que desde el principio apuntaba hacia Jesucristo?
Puntos Clave
- Israel fue elegido por gracia divina, no por méritos propios, para ser instrumento de bendición universal según Génesis 12:1-3
- El fracaso constante de Israel refleja la incapacidad universal de la humanidad para cumplir la voluntad de Dios sin gracia sobrenatural
- La Ley funcionó como «ayo» o tutor según Gálatas 3:24, conduciéndonos pedagógicamente hacia Cristo
- Jesús emerge como el verdadero Israel, cumpliendo perfectamente lo que la nación nunca pudo lograr por sí misma
- El plan divino siempre fue cristocéntrico, con Israel sirviendo como instrumento preparatorio más que como destino final
- La iglesia universal representa ahora el verdadero pueblo de Dios, compuesto por judíos y gentiles unidos en Cristo
Israel en el Plan de Dios: Llamado e Propósito Universal

El llamado de Abraham marca un punto decisivo en la historia de la salvación. En Génesis 12:1-3, Dios establece un pacto que trasciende los límites étnicos: «Haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra.«
La elección de Israel no se basó en méritos inherentes de la nación. Dios eligió a la nación de Israel para ser el pueblo a través del cual Jesucristo nacería – el Salvador del pecado y la muerte.
Deuteronomio 7:7-8 lo expresa claramente: «No por ser vosotros más que todos los pueblos os ha querido Jehová y os ha escogido, pues vosotros erais el más insignificante de todos los pueblos; sino por cuanto Jehová os amó, y quiso guardar el juramento que juró a vuestros padres.«
El Propósito Misionero de Israel
Desde su inicio, Israel fue destinado a ser más que una nación entre otras. El propósito de Dios al escoger a Israel era que ellos fueran una nación modelo a las otras naciones y que a través de ellos «todas las familias de la tierra» serían bendecidas (Génesis 12:3). Él quiso que Israel fuera «un reino de sacerdotes y una nación santa» (Éxodo 19:6).
Israel debía funcionar como un faro espiritual que señalara a las naciones el camino hacia el verdadero Dios. El deseo de Dios para Israel era que ellos irían y enseñarían a otros acerca de Él.
Israel fue destinado para ser nación de sacerdotes, profetas y misioneros para el mundo. Esta vocación universal revela que desde el principio, el plan divino no se limitaba a una sola nación, sino que contemplaba la bendición de toda la humanidad.
La Elección como Instrumento, No como Fin
La naturaleza instrumental de la elección de Israel se hace evidente cuando examinamos el propósito último del llamado abrahánico.
Dios escogió a la nación de Israel para ser el pueblo a través del cual Jesucristo nacería – el Salvador del pecado y la muerte. Jesús habría de venir de alguna nación o pueblo, y Dios eligió a Israel para este papel crucial en la historia de la redención.
El Fracaso Humano Reflejado en Israel

La historia de Israel en el Antiguo Testamento no es precisamente una historia de éxitos espirituales. Más bien, constituye un registro doloroso pero instructivo del fracaso humano ante las demandas divinas de santidad y obediencia.
Idolatría y Rebelión Constantes
Desde los primeros días después del Éxodo, Israel mostró una tendencia persistente hacia la idolatría y la desobediencia. La historia del Antiguo Testamento está repleta de relatos en los que Israel se vuelve a los dioses falsos, de advertencias del Señor contra la idolatría y también contiene advertencias de los profetas en cuanto a lo que sucedería si Israel no se arrepentía.
El episodio del becerro de oro (Éxodo 32) exemplifica esta tendencia. Israel es llamado un «pueblo de dura cerviz» que estaba «desenfrenado» y «fuera de control» (Éx 32:9, 24-25). El Israel pecador es objeto de burla al ser representado metafóricamente como vacas rebeldes corriendo frenéticamente, porque la nación se había vuelto tan espiritualmente sin vida como el becerro de oro inanimado.
La Universalidad del Fracaso Humano
El fracaso de Israel no era único, sino representativo de la condición humana universal. Pablo lo expresa claramente en Romanos 3:9: «¿Qué, pues? ¿Somos nosotros mejores que ellos? En ninguna manera; pues ya hemos acusado a judíos y a gentiles, que todos están bajo pecado.»
La historia del Antiguo Testamento no es una historia en donde todo es color de rosa. Podemos decir que es el largo y doloroso relato de cómo Dios amó a Israel como un esposo a su esposa, pero esta esposa escogía una y otra vez prostituirse al entregarse a ídolos y al rebelarse contra el amor de su Señor.
Lecciones Pedagógicas del Fracaso
Los fracasos de Israel sirvieron como lecciones objetivas para toda la humanidad. En varios momentos, Dios envió plagas y juicios contra el pueblo debido a su rebeldía e idolatría. Algunos ejemplos incluyen:
- La plaga después de la rebelión de Coré, Datán y Abiram (Números 16).
- La muerte de miles a causa de la idolatría con las moabitas en Baal-Peor (Números 25).
- El castigo de las serpientes ardientes por causa de las quejas del pueblo (Números 21:6).
Estos eventos no fueron simplemente castigos arbitrarios, sino demostraciones pedagógicas de las consecuencias inevitables del pecado y la rebelión contra Dios.
Israel como «Ayo» o Tutor: La Pedagogía Divina

El apóstol Pablo ofrece una perspectiva revolucionaria sobre el papel de Israel y la Ley en el plan divino. En Gálatas 3:24 declara: «De manera que la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe.»
El Concepto del Ayo (Paidagogós)
La palabra griega denota a un esclavo cuyo deber era cuidar a un niño hasta que llegara a la edad adulta. El ayo o «tutor» lo acompañaba a todas partes y vigilaba su conducta en el hogar. Muchos ayos ejercían una disciplina tan estricta que quienes estaban bajo su tutela anhelaban el día en el que serían libres de esa custodia permanente.
Esta metáfora es profundamente significativa. Le ley fue nuestro ayo, el cual a medida que nos mostraba nuestros pecados, cumplía la función de conducirnos a Cristo. La función de la Ley no era salvar, sino preparar el camino para el Salvador.
La Función Preparatoria de la Ley
Pablo hace referencia a lo que era tan común entre los griegos pudientes, tener un ayo o siervo fiel encargado del cuidado de los niños desde la niñez hasta la pubertad, para guardarlo del mal, físico y moral, que enfrentara. Haciendo este comparativo, el apóstol Pablo cita que la Ley fue el ayo para todos los judíos.
La Ley tenía un propósito específico y temporal: La ley no nos justifica, pero ¿qué hace? «Se da una recompensa y un castigo a las obras, es decir, que promete la vida a aquellos que la guardan y maldice a todos sus transgresores. Requiere del hombre la máxima perfección y obediencia precisa. No remite nada, No perdona nada, pero llama a cuentas».
Israel como Ejemplo Pedagógico
Si la Ley funcionó como ayo para conducir a Cristo, entonces Israel, como recipiente y custodio de esa Ley, funcionó como un ejemplo pedagógico viviente para toda la humanidad. Sus fracasos no fueron accidentales, sino que sirvieron para demostrar la imposibilidad de la justificación por obras y la necesidad universal de la gracia divina.
Jesús como Plenitud del Plan: El Verdadero Israel

Jesús no vino a destruir el plan divino revelado en Israel, sino a cumplirlo perfectamente. En Mateo 5:17 declara: «No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir.»
Jesús como el Verdadero Israel
Jesús logró lo que esos socios humanos intentaron, pero no pudieron cumplir: es una forma de entender qué significaba para Jesús cumplir la Ley y los Profetas. Otros cumplieron parcialmente lo que Jesús cumplió plenamente.
Cristo representa todo lo que Israel debía haber sido pero nunca logró. Donde Israel falló en ser luz a las naciones, Jesús se convirtió en «la luz del mundo» (Juan 8:12). Donde Israel quebrantó el pacto, Jesús estableció el nuevo pacto en su sangre.
El Cumplimiento de Todas las Promesas
Pablo revela esta verdad fundamental en 2 Corintios 1:20: «Porque todas las promesas de Dios son en él Sí, y en él Amén, por medio de nosotros, para la gloria de Dios.»
El Antiguo Testamento se anticipó proféticamente a Jesús, y Él vino a cumplir estas expectativas. Por medio de inaugurar la era tan esperada que cumpliría todas las promesas antiguas: promesas como un verdadero Rey que crearía una nueva humanidad y promesas de un nuevo pacto que traería nuevos corazones para la verdadera obediencia.
La Obediencia Perfecta
Jesús cumplió la Ley civil y la Ley moral obedeciéndolas por completo. Si recuerdas, Jesús les preguntó a los fariseos en Juan 8:46 «¿Quién de ustedes Me prueba que tengo pecado?» Considera ese comentario. Nadie en esta sala puede afirmar esto.
Jesús fue lo que Israel nunca pudo ser: perfectamente obediente en todos los aspectos de la Ley divina, tanto en su letra como en su espíritu.
Dos Maneras de Ver a Israel: Pueblo Escogido vs. Instrumento Pedagógico

La reflexión sobre el papel de Israel en el plan divino nos presenta dos perspectivas complementarias pero distintas sobre su significado histórico y teológico.
Visión Tradicional: Pueblo Escogido Único
La interpretación tradicional presenta a Israel como el pueblo escogido con un papel único e irreemplazable en la historia de la salvación. Israel es el pueblo escogido por Dios.
Desde el Antiguo Testamento hasta el presente, Dios ha tenido una relación especial con el pueblo de Israel. Dios eligió a Israel como su pueblo para traer al Mesías al mundo, cumplir sus promesas de salvación y redimir a toda la humanidad.
Esta perspectiva enfatiza:
- La elección incondicional por gracia divina
- Los pactos eternos establecidos con Abraham, Isaac y Jacob
- El papel único como portadores de la revelación divina
- La promesa de restauración futura en el Reino Mesiánico
Visión Pedagógica: Instrumento Preparatorio
La perspectiva pedagógica, sin negar la realidad de la elección divina, interpreta a Israel principalmente como un instrumento didáctico en el plan mayor de Dios. Según esta visión, Israel funciona como:
- Un ejemplo viviente de la incapacidad humana para alcanzar la justicia por obras
- Un custodio temporal de la revelación divina hasta la venida de Cristo
- Un espejo que refleja la condición espiritual universal de la humanidad
- Un paso necesario pero preparatorio hacia la revelación plena en Cristo
La Complementariedad de Ambas Perspectivas
Estas dos visiones no son necesariamente mutuamente excluyentes. Israel puede ser genuinamente el pueblo escogido de Dios y simultáneamente funcionar como instrumento pedagógico para la humanidad. La clave está en reconocer que la elección divina siempre tuvo un propósito universal que se cumple plenamente en Cristo.
Síntesis: ¿Error o Plan Perfecto?

La tensión entre estas perspectivas se resuelve cuando reconocemos que el plan divino nunca fue defectuoso, sino perfectamente orquestado desde el principio.
Dios No Se Equivocó con Israel
Dios escogió a esta nación… porque el Señor la amó, cumpliendo así su promesa hecha a los patriarcas, por pura gracia. En otras palabras —y esto puede sonarnos muy extraño—, el Señor les dice: «Yo no los amo a ustedes porque ustedes sean más grandes o mejores que otros. Yo los amo a ustedes porque yo los amo«.
La elección de Israel fue genuina y motivada por el amor soberano de Dios. Sin embargo, este amor tenía un propósito más amplio que la simple bendición de una nación particular.
El Plan Siempre Apuntó a Cristo
Desde Efesios 1:4-10 aprendemos que Dios «nos escogió en él antes de la fundación del mundo… reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra.»
Con la llegada de Jesús, ha amanecido esta nueva era de cumplimiento. Como Jesús anunció justo antes del Sermón del monte: «El reino de los cielos se ha acercado» (Mt 4:17). Ya no vivimos en la era de la anticipación del antiguo pacto, sino en la era del cumplimiento del nuevo pacto.
Israel como Instrumento, No Fin Último
La conclusión es que Israel fue escogido genuinamente por Dios, pero como instrumento en un plan mayor.
Tuvo la misión de ser el Pueblo Elegido para que de su seno naciese el Mesías, y de ser figura de la futura Iglesia. Afirmamos que la Iglesia es el Nuevo Israel compuesto de los judíos que aceptaron al Mesías y de conversos venidos de la gentilidad.
El Pueblo de Dios Universal
El resultado final del plan divino no es una nación étnica particular, sino un pueblo universal unido por la fe en Cristo. Gálatas 3:28-29 declara: «Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús. Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa.«
Conclusión
La pregunta sobre si Israel fue pueblo escogido o instrumento pedagógico de Dios encuentra su respuesta en la comprensión de que ambas perspectivas capturan aspectos verdaderos del plan divino, pero ninguna por sí sola cuenta la historia completa.
Israel fue genuinamente escogido por gracia soberana, no por méritos propios, sino por el amor incondicional de Dios y para cumplir sus promesas a Abraham. Sin embargo, esta elección siempre tuvo un propósito universal que trasciende las fronteras étnicas y nacionales. El fracaso repetido de Israel no representa un error en el plan divino, sino más bien una demostración pedagógica de la imposibilidad de alcanzar la justicia por obras humanas.
La Ley y las instituciones israelitas funcionaron como un «ayo» que preparó el camino para Cristo, mostrando tanto la santidad de Dios como la incapacidad humana para satisfacer sus demandas. En este sentido, Israel sirvió como un laboratorio espiritual donde se demostró universalmente la necesidad de la gracia divina.
Jesús emerge no como el plan B después del fracaso de Israel, sino como el plan A que siempre estuvo en el corazón de Dios. Él es el verdadero Israel que cumple perfectamente todo lo que la nación nunca pudo lograr. En Cristo, todas las promesas divinas encuentran su «Sí» y su «Amén», y el propósito original de bendecir a todas las familias de la tierra se cumple plenamente.
Valorar correctamente a Israel no significa pensar que Dios falló con ellos, sino reconocer su papel crucial en el plan mayor de redención. El centro de la historia no es Israel, sino Cristo, y la iglesia universal ahora representa el verdadero pueblo de Dios, compuesto por judíos y gentiles unidos en fe.
Jesús es el cumplimiento de todo lo que la historia de Israel mostró: la necesidad universal de un Salvador perfecto que haga lo que nosotros nunca podríamos hacer por nosotros mismos.



