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Antioquía en la Biblia: Ciudad donde Nacieron los Cristianos

Verdad Eterna octubre 9, 2025 16 min de lectura
Antioquia-01

Antioquía ocupa un lugar único y extraordinario en la historia del cristianismo. Esta antigua metrópolis, ubicada en lo que hoy es Turquía, se convirtió en el epicentro de una transformación que cambiaría el mundo para siempre.

Fue aquí donde los seguidores de Jesús recibieron por primera vez el nombre de «cristianos», y desde sus calles partieron los misioneros que llevarían el evangelio hasta los confines del mundo conocido.

Acompáñanos en este fascinante recorrido por una ciudad que representa el puente entre el judaísmo y el cristianismo gentil.

Contenido

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  • Puntos Clave
  • El Significado Espiritual de Su Ubicación Geográfica
    • Una encrucijada estratégica del mundo antiguo
  • Los Primeros Pasos del Cristianismo en Antioquía
    • La dispersión que trajo bendición
    • La consolidación de la iglesia antioquena
  • Antioquía Como Centro Misionero del Mundo Antiguo
    • El llamado misionero divino
    • Los tres viajes misioneros desde Antioquía
  • La Controversia de Antioquía y el Concilio de Jerusalén
    • El conflicto entre Pedro y Pablo
    • El Concilio de Jerusalén como respuesta
  • Manifestaciones Sobrenaturales y Profecías en Antioquía
    • La iglesia profética de Antioquía
    • La voz del Espíritu Santo
    • Señales y prodigios confirmando el mensaje
  • La Relevancia Teológica de Antioquía en la Historia de la Salvación
    • El cumplimiento de la promesa abrahámica
    • La eclesiología de la iglesia universal
    • La doctrina de la justificación por fe
    • El modelo de la iglesia enviadora
  • El Legado Permanente de Antioquía para la Iglesia Actual
    • Lecciones de diversidad e inclusión
    • El modelo de discipulado intensivo
    • Visión misionera global
    • Manejo de conflictos con gracia y verdad
  • Conclusión

Puntos Clave

  • Primera iglesia gentil: Antioquía se convirtió en el primer centro cristiano significativo fuera de Jerusalén, donde judíos y gentiles adoraban juntos por primera vez en la historia.
  • Origen del nombre «cristianos»: En esta ciudad los discípulos fueron llamados cristianos por primera vez (Hechos 11:26), marcando el inicio de una identidad religiosa distinta.
  • Base misionera de Pablo: Antioquía sirvió como punto de partida para los tres viajes misioneros del apóstol Pablo, convirtiéndose en el centro de la expansión cristiana al mundo gentil.
  • Iglesia multicultural: La congregación antioquena fue notable por su diversidad étnica y cultural, incluyendo profetas y maestros de diferentes orígenes según Hechos 13:1.
  • Controversia doctrinal importante: En Antioquía ocurrió el conflicto entre Pablo y Pedro sobre la circuncisión (Gálatas 2:11-14), que llevó al Concilio de Jerusalén y definió el futuro del cristianismo.
  • Centro de liderazgo apostólico: La iglesia de Antioquía produjo y envió líderes cristianos clave, estableciendo un modelo de iglesia enviadora que perdura hasta hoy.

El Significado Espiritual de Su Ubicación Geográfica

El Significado Espiritual de Su Ubicación Geográfica

La ubicación de Antioquía no fue casualidad en el plan divino. Esta ciudad se encontraba estratégicamente situada a orillas del río Orontes, aproximadamente 25 kilómetros tierra adentro desde la costa mediterránea, en la provincia romana de Siria.

Su posición geográfica la convertía en un punto de encuentro natural entre Oriente y Occidente, entre el mundo judío y el mundo gentil.

Una encrucijada estratégica del mundo antiguo

Antioquía era la tercera ciudad más importante del Imperio Romano, después de Roma y Alejandría, con una población estimada de medio millón de habitantes en el siglo primero.

Esta metrópolis cosmopolita representaba el lugar perfecto para que el evangelio trascendiera las barreras culturales del judaísmo y alcanzara a todas las naciones. La ciudad contaba con excelentes conexiones por carretera hacia Asia Menor, Mesopotamia y Judea, facilitando tanto el comercio como la difusión de ideas.

Desde una perspectiva espiritual, Antioquía simbolizaba el cumplimiento de la promesa hecha a Abraham de que en su simiente serían benditas todas las naciones de la tierra (Génesis 22:18). Aquí, el evangelio dejó de ser patrimonio exclusivo del pueblo judío para convertirse en un mensaje universal. La diversidad étnica de Antioquía —con griegos, romanos, sirios, judíos y otras nacionalidades— prefiguraba la iglesia multicultural que Dios estaba formando.

El río Orontes, que fluía a través de la ciudad, puede verse como un símbolo profético del río de agua de vida que emanaría de este lugar, llevando las buenas nuevas hacia todas direcciones. Según documentos históricos de Flavio Josefo, Antioquía contaba con una significativa comunidad judía que había recibido ciudadanía plena, creando el ambiente propicio para el diálogo entre tradiciones.

Los Primeros Pasos del Cristianismo en Antioquía

Los Primeros Pasos del Cristianismo en Antioquía

La llegada del evangelio a Antioquía marca uno de los momentos más transformadores en la historia de la iglesia primitiva. Este evento no fue resultado de una estrategia humana planificada, sino de la providencia divina obrando a través de circunstancias aparentemente adversas.

La dispersión que trajo bendición

Después del martirio de Esteban, se desató una gran persecución contra la iglesia en Jerusalén (Hechos 8:1). Los creyentes fueron esparcidos por las regiones de Judea y Samaria, y algunos llegaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquía. Inicialmente, estos cristianos dispersos predicaban el evangelio solo a los judíos.

Sin embargo, algunos creyentes procedentes de Chipre y de Cirene llegaron a Antioquía y comenzaron a hablar también a los griegos, anunciándoles las buenas nuevas del Señor Jesús (Hechos 11:19-20).

Esta audaz decisión de predicar a los gentiles sin exigirles primero convertirse al judaísmo representó un cambio paradigmático. La mano del Señor estaba con ellos, y un gran número creyó y se convirtió al Señor (Hechos 11:21).

La consolidación de la iglesia antioquena

Cuando las noticias de lo que ocurría en Antioquía llegaron a la iglesia de Jerusalén, enviaron a Bernabé para que examinara la situación. Bernabé, hombre bueno y lleno del Espíritu Santo y de fe, se regocijó al ver la gracia de Dios manifestada en aquella iglesia multicultural. Reconociendo la magnitud de la obra, Bernabé viajó a Tarso para buscar a Saulo (Pablo) y lo trajo a Antioquía (Hechos 11:22-26).

Durante un año completo, Bernabé y Saulo se congregaron con la iglesia y enseñaron a mucha gente. Fue precisamente en Antioquía donde los discípulos fueron llamados cristianos por primera vez, un apelativo que inicialmente pudo haber sido usado de manera despectiva pero que los creyentes adoptaron con orgullo como su identidad permanente.

La iglesia de Antioquía demostró desde sus inicios una notable generosidad. Cuando el profeta Ágabo predijo una gran hambre que vendría sobre toda la tierra habitada (la cual efectivamente ocurrió durante el reinado de Claudio), los discípulos determinaron enviar, cada uno conforme a lo que tenía, una ayuda para los hermanos que habitaban en Judea (Hechos 11:27-30). Este acto de solidaridad intereclesial estableció un precedente importante en la comunión cristiana.

Antioquía Como Centro Misionero del Mundo Antiguo

Antioquía Como Centro Misionero del Mundo Antiguo

Antioquía no solo fue cuna del cristianismo gentil, sino que se transformó en el motor de la expansión misionera más impresionante de la historia. Desde esta ciudad partieron las expediciones que establecerían iglesias a lo largo de todo el imperio romano y más allá.

El llamado misionero divino

El capítulo 13 de Hechos relata un momento trascendental. Mientras los profetas y maestros de la iglesia de Antioquía —Bernabé, Simón el que se llamaba Niger, Lucio de Cirene, Manaén (que se había criado junto con Herodes el tetrarca) y Saulo— ministraban al Señor y ayunaban, el Espíritu Santo dijo: «Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado» (Hechos 13:1-2).

Esta lista de líderes revela la extraordinaria diversidad de la iglesia antioquena: Simón (posiblemente africano), Lucio (de Cirenaica en el norte de África), Manaén (de la aristocracia judía) y los judíos Bernabé y Saulo. Esta composición multicultural preparó a la iglesia para su vocación misionera transcultural.

Los tres viajes misioneros desde Antioquía

Primer viaje misionero (Hechos 13-14): Pablo y Bernabé, acompañados inicialmente por Juan Marcos, partieron hacia Chipre y luego a las regiones de Panfilia, Pisidia y Licaonia en Asia Menor. Establecieron iglesias en ciudades como Antioquía de Pisidia, Iconio, Listra y Derbe. Al regresar a Antioquía de Siria, reunieron a la iglesia y relataron cuán grandes cosas había hecho Dios con ellos, y cómo había abierto la puerta de la fe a los gentiles (Hechos 14:26-27).

Segundo viaje misionero (Hechos 15:36-18:22): Después del Concilio de Jerusalén, Pablo propuso a Bernabé regresar a visitar a los hermanos en las ciudades donde habían predicado. Aunque Pablo y Bernabé se separaron debido a un desacuerdo sobre Juan Marcos, Pablo partió nuevamente desde Antioquía con Silas, atravesando Siria y Cilicia. Este viaje lo llevó a establecer iglesias en Filipos, Tesalónica, Berea, Atenas y Corinto, donde permaneció año y medio.

Tercer viaje misionero (Hechos 18:23-21:17): Una vez más, Pablo partió desde Antioquía y recorrió sistemáticamente la región de Galacia y Frigia, confirmando a todos los discípulos. Este viaje incluyó una estadía prolongada en Éfeso (casi tres años), donde se produjo un gran avivamiento. Según investigaciones arqueológicas del Instituto Alemán de Arqueología, Éfeso experimentó un crecimiento cristiano explosivo durante este período.

La iglesia de Antioquía no solo enviaba misioneros, sino que los recibía de regreso, escuchaba sus informes, oraba por ellos y los volvía a enviar. Este modelo de iglesia enviadora y responsable estableció un patrón que las iglesias han seguido durante dos milenios.

La Controversia de Antioquía y el Concilio de Jerusalén

La Controversia de Antioquía y el Concilio de Jerusalén

Antioquía fue escenario de uno de los conflictos más significativos de la iglesia primitiva, un desacuerdo que amenazaba con dividir al cristianismo naciente pero que finalmente condujo a clarificaciones doctrinales fundamentales.

El conflicto entre Pedro y Pablo

El apóstol Pablo relata en su carta a los Gálatas un incidente crucial ocurrido en Antioquía. Cuando Pedro (Cefas) visitó la ciudad, inicialmente comía con los creyentes gentiles, demostrando que aceptaba su plena membresía en la iglesia sin necesidad de observar las leyes dietéticas judías. Sin embargo, cuando llegaron algunos de parte de Jacobo desde Jerusalén, Pedro comenzó a retraerse y apartarse, porque tenía miedo de los de la circuncisión (Gálatas 2:11-12).

Este comportamiento no fue un asunto menor. El mismo Bernabé fue arrastrado por la hipocresía de Pedro, y otros judíos lo imitaron. Pablo vio que no andaban rectamente conforme a la verdad del evangelio y reprendió a Pedro públicamente: «Si tú, siendo judío, vives como los gentiles y no como judío, ¿por qué obligas a los gentiles a judaizar?» (Gálatas 2:14).

Esta confrontación en Antioquía reveló una tensión profunda: ¿Debían los gentiles convertirse primero al judaísmo para ser verdaderos cristianos? ¿Era la circuncisión necesaria para la salvación? Estas preguntas no eran meramente académicas sino existenciales para la supervivencia del cristianismo como religión universal.

El Concilio de Jerusalén como respuesta

La controversia que estalló en Antioquía llevó directamente a la convocatoria del Concilio de Jerusalén (alrededor del año 49 d.C.), registrado en Hechos 15. Algunos hombres que habían descendido de Judea a Antioquía enseñaban a los hermanos: «Si no os circuncidáis conforme al rito de Moisés, no podéis ser salvos» (Hechos 15:1).

Pablo, Bernabé y otros fueron designados por la iglesia de Antioquía para subir a Jerusalén y consultar sobre esta cuestión con los apóstoles y ancianos. El debate fue intenso, pero finalmente, después de escuchar los testimonios de Pedro, Pablo y Bernabé sobre cómo Dios había obrado entre los gentiles, Jacobo pronunció el veredicto: no se debía inquietar a los gentiles que se convertían a Dios exigiéndoles la circuncisión (Hechos 15:19).

El Concilio decidió enviar una carta a las iglesias gentiles con solo cuatro requisitos prácticos: abstenerse de lo sacrificado a los ídolos, de sangre, de ahogado y de fornicación. Esta decisión liberó al evangelio de las ataduras culturales del judaísmo y permitió su expansión universal. La iglesia de Antioquía recibió esta carta con gran gozo y consolación (Hechos 15:30-31).

Según el testimonio histórico de Eusebio de Cesarea, este concilio estableció el precedente para resolver disputas doctrinales mediante asambleas de líderes eclesiásticos, un modelo que la iglesia seguiría utilizando en siglos posteriores.

Manifestaciones Sobrenaturales y Profecías en Antioquía

Manifestaciones Sobrenaturales y Profecías en Antioquía

Antioquía no fue solo un centro de actividad humana sino un escenario donde lo sobrenatural irrumpió repetidamente en la historia, confirmando que Dios mismo dirigía los acontecimientos.

La iglesia profética de Antioquía

Una característica distintiva de la congregación antioquena fue su fuerte énfasis profético. El libro de Hechos identifica específicamente a profetas y maestros en esta iglesia (Hechos 13:1). Esta no era una distinción meramente honorífica sino funcional: estos individuos operaban en dones espirituales que guiaban a la iglesia.

El profeta Ágabo viajó desde Jerusalén a Antioquía y, por el Espíritu, predijo que vendría una gran hambre en toda la tierra habitada (Hechos 11:27-28). Esta profecía se cumplió durante el reinado del emperador Claudio, y la iglesia de Antioquía respondió con generosidad práctica, enviando ayuda a los hermanos en Judea. La profecía no fue simplemente para impresionar sino para preparar y movilizar la respuesta del pueblo de Dios.

La voz del Espíritu Santo

Quizás la manifestación sobrenatural más significativa en Antioquía fue la dirección explícita del Espíritu Santo para apartar a Bernabé y Saulo para la obra misionera (Hechos 13:2). El texto no especifica exactamente cómo habló el Espíritu —si fue mediante profecía, una convicción interna compartida, o alguna otra forma— pero la realidad de la comunicación divina fue inequívoca.

Este momento representa uno de los ejemplos más claros en el Nuevo Testamento de cómo la iglesia primitiva esperaba y recibía dirección sobrenatural para decisiones estratégicas. No actuaban por su propia sabiduría humana sino en respuesta a la iniciativa divina. El ayuno corporativo que practicaban creaba el ambiente espiritual propicio para escuchar la voz de Dios.

Señales y prodigios confirmando el mensaje

Aunque los relatos bíblicos no detallan milagros específicos ocurridos en Antioquía misma, las Escrituras indican que Pablo y Bernabé relataban «cuán grandes cosas había hecho Dios con ellos» y las «señales y milagros que Dios había hecho por medio de ellos entre los gentiles» (Hechos 14:27; 15:12). Estos testimonios de lo sobrenatural fortalecían la fe de la iglesia y confirmaban que Dios respaldaba la misión a los gentiles.

La presencia del poder de Dios en Antioquía no se manifestaba tanto en espectáculos públicos sino en la transformación de vidas, la unidad sobrenatural entre judíos y gentiles (algo humanamente imposible en aquella cultura), y la valentía para proclamar el evangelio en medio de oposición. Como escribió Pablo, el reino de Dios no consiste en palabras sino en poder (1 Corintios 4:20).

La Relevancia Teológica de Antioquía en la Historia de la Salvación

La Relevancia Teológica de Antioquía en la Historia de la Salvación

Desde una perspectiva teológica, Antioquía representa un momento bisagra en el cumplimiento del plan redentor de Dios, donde las promesas del Antiguo Testamento comenzaron a realizarse de maneras inesperadas pero profundamente coherentes con el carácter de Dios.

El cumplimiento de la promesa abrahámica

Cuando Dios llamó a Abraham, le prometió: «En ti serán benditas todas las familias de la tierra» (Génesis 12:3). Durante siglos, esta promesa permaneció mayormente latente mientras Dios trataba principalmente con Israel. Antioquía representa el lugar donde esta promesa explotó en cumplimiento visible. Aquí, personas de todas las naciones comenzaron a entrar en la bendición del pacto no mediante la circuncisión física sino mediante la fe en el Mesías.

Pablo desarrollaría esta teología extensamente en sus cartas, particularmente en Romanos y Gálatas, argumentando que los gentiles que creen son hijos de Abraham por la fe (Gálatas 3:7-9). Antioquía fue el laboratorio donde esta verdad teológica se convirtió en realidad práctica y vivida.

La eclesiología de la iglesia universal

Antioquía nos enseña que la iglesia no es una institución étnica o cultural sino un organismo espiritual que trasciende todas las barreras humanas. La iglesia antioquena demostró que en Cristo «no hay judío ni griego, no hay esclavo ni libre, no hay varón ni mujer, porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús» (Gálatas 3:28).

Este modelo de iglesia multicultural estableció el patrón para todas las congregaciones futuras. La verdadera iglesia no refleja la homogeneidad de un grupo cultural sino la diversidad del reino de Dios. La Sociedad Bíblica Internacional ha documentado cómo este modelo antioqueno influyó en la expansión global del cristianismo en los siglos posteriores.

La doctrina de la justificación por fe

El conflicto en Antioquía entre Pedro y Pablo forzó a la iglesia a articular claramente la doctrina de la justificación. Pablo declaró enfáticamente: «El ser humano no es justificado por las obras de la Ley, sino por la fe de Jesucristo» (Gálatas 2:16).

Esta doctrina, forjada en el crisol de la controversia antioquena, se convertiría en la columna vertebral de toda la teología cristiana. Siglos después, Martín Lutero redescubriría esta verdad y desencadenaría la Reforma Protestante. Sin la clarificación que surgió de los conflictos en Antioquía, el cristianismo podría haberse convertido en una mera secta del judaísmo.

El modelo de la iglesia enviadora

Teológicamente, Antioquía estableció que la misión no es opcional para la iglesia sino constitutiva de su identidad. Una iglesia que no envía no está cumpliendo su vocación. El modelo antioqueno incluía: identificar llamados mediante la guía del Espíritu Santo, comisionar oficialmente a los misioneros, proveer apoyo continuo, recibir reportes y rendición de cuentas, y celebrar lo que Dios hace a través de ellos.

Este modelo misiológico, documentado por el Centro de Estudios de Cristianismo Global de Gordon-Conwell, ha sido fundamental para la expansión del cristianismo hasta nuestros días.

El Legado Permanente de Antioquía para la Iglesia Actual

El Legado Permanente de Antioquía para la Iglesia Actual

La historia de Antioquía no es simplemente un relato del pasado sino un modelo vivo que continúa hablando a la iglesia contemporánea. Las lecciones aprendidas en aquella antigua ciudad siguen siendo relevantes para los cristianos del siglo XXI.

Lecciones de diversidad e inclusión

Antioquía nos desafía a examinar nuestras propias congregaciones. ¿Reflejan la diversidad del reino de Dios o simplemente nuestra zona de comodidad cultural? La iglesia antioquena no logró la diversidad por programas de inclusión forzada sino porque el evangelio genuino derriba naturalmente los muros divisorios. Como escribió Pablo: «Él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación» (Efesios 2:14).

Las iglesias modernas pueden aprender de Antioquía que la verdadera unidad cristiana no elimina las diferencias culturales sino que las celebra dentro de una identidad común en Cristo. No se trataba de que los gentiles se volvieran judíos o los judíos se volvieran gentiles, sino de que ambos se convirtieran en algo nuevo: cristianos.

El modelo de discipulado intensivo

Bernabé y Saulo se quedaron en Antioquía durante un año completo enseñando a mucha gente (Hechos 11:26). Este compromiso con el discipulado profundo y sostenido contrasta marcadamente con enfoques superficiales modernos. La iglesia de Antioquía no creció mediante trucos de marketing o entretenimiento sino a través de la enseñanza sólida de la Palabra de Dios.

El fruto de este discipulado fue una iglesia capaz de discernir la voz del Espíritu Santo, enviar misioneros efectivos, manejar conflictos doctrinales con madurez, y mantener la unidad en medio de la diversidad. Las iglesias contemporáneas que desean ver transformación duradera deben invertir similarmente en formación espiritual profunda.

Visión misionera global

Antioquía nos recuerda que cada iglesia local debe tener una visión que trascienda sus propias paredes. La iglesia antioquena no se contentó con crecer localmente sino que invirtió sus mejores líderes —Bernabé y Saulo— en alcanzar al mundo. Según estadísticas de la Alianza Evangélica Mundial, las iglesias que mantienen un fuerte compromiso misionero tienden a ser más saludables espiritualmente y más efectivas en su testimonio local.

El modelo antioqueno desafía a las iglesias modernas a preguntarse: ¿A quién estamos enviando? ¿Qué sacrificios estamos dispuestos a hacer por la expansión del evangelio? ¿Cómo estamos invirtiendo en la próxima generación de líderes misioneros?

Manejo de conflictos con gracia y verdad

El conflicto entre Pedro y Pablo en Antioquía, aunque doloroso, fue manejado de manera que preservó tanto la verdad del evangelio como las relaciones personales. Pablo confrontó directamente el error, pero el resultado final no fue división sino clarificación doctrinal que benefició a toda la iglesia. Pedro no se ofendió permanentemente; de hecho, más tarde escribió cálidamente sobre Pablo en sus epístolas (2 Pedro 3:15-16).

Las iglesias contemporáneas necesitan aprender este equilibrio entre firmeza doctrinal y amor fraternal. No todos los conflictos son malos; algunos son necesarios para el crecimiento. Lo crucial es cómo los manejamos: con humildad, búsqueda genuina de la verdad, y compromiso de preservar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz.

Conclusión

Antioquía ocupa un lugar único e insustituible en la historia del cristianismo. Fue aquí donde el evangelio rompió definitivamente las barreras étnicas y culturales, donde los seguidores de Jesús recibieron por primera vez la identidad de «cristianos», y desde donde partieron las misiones que transformarían el mundo antiguo. La iglesia de Antioquía nos enseña que el reino de Dios no conoce fronteras humanas y que la verdadera comunidad cristiana trasciende toda división.

Las lecciones de Antioquía siguen resonando poderosamente en nuestros días: la necesidad de iglesias genuinamente multiculturales, el compromiso con el discipulado profundo, la visión misionera que va más allá de las fronteras locales, y la valentía para defender la verdad del evangelio incluso cuando implica confrontar a nuestros líderes más respetados. Antioquía nos recuerda que la iglesia más efectiva no es la que busca comodidad sino la que se atreve a obedecer radicalmente al Espíritu Santo.

Cuando visitamos Antioquía en las páginas de las Escrituras, no estamos simplemente estudiando historia antigua sino descubriendo el ADN espiritual de lo que significa ser iglesia. Que el ejemplo de aquellos primeros cristianos antioquenos —su amor mutuo, su generosidad, su audacia misionera y su apertura al Espíritu— continúe inspirando a cada generación de creyentes hasta que Cristo regrese.

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