
Publicado en octubre 5, 2025, última actualización en octubre 11, 2025.
Cuando leemos los evangelios, encontramos una figura que aparece repetidamente junto a Jesús: los publicanos.
Estos recaudadores de impuestos eran considerados entre los más despreciados de la sociedad judía, y sin embargo, Jesús compartía la mesa con ellos, los llamaba a seguirlo y los incluía en sus parábolas más conmovedoras.
¿Quiénes eran realmente estos hombres? ¿Por qué provocaban tanto rechazo en su comunidad? Y más importante aún, ¿qué nos enseña la actitud de Jesús hacia ellos sobre su mensaje de gracia y redención?
Puntos Clave
- Los publicanos eran recaudadores de impuestos que trabajaban para el Imperio Romano, cobrando tributos a sus propios compatriotas judíos en una época de ocupación extranjera.
- Eran considerados traidores y pecadores por colaborar con los romanos y frecuentemente cobrar más de lo debido para enriquecerse personalmente, lo que los convertía en parias sociales.
- Jesús deliberadamente eligió relacionarse con publicanos, incluyendo llamar a Mateo como uno de sus doce apóstoles, desafiando las normas religiosas de su tiempo.
- Las parábolas del fariseo y el publicano y otras enseñanzas de Jesús utilizaron a estos recaudadores como ejemplos de humildad y arrepentimiento genuino.
- La transformación de publicanos como Zaqueo demuestra el poder del encuentro con Cristo para cambiar vidas consideradas «irredimibles» por la sociedad.
- El trato de Jesús hacia los publicanos revela que ninguna persona está más allá del alcance del amor y la misericordia de Dios, sin importar su pasado o reputación.
¿Quiénes Eran los Publicanos en el Contexto Histórico?

Los publicanos eran una clase específica de recaudadores de impuestos que operaban bajo el sistema tributario del Imperio Romano durante el primer siglo. Su papel era fundamental para mantener las arcas del imperio, pero también los colocaba en una posición única y profundamente conflictiva dentro de la sociedad judía de la época.
El Sistema Romano de Recaudación de Impuestos
El Imperio Romano había desarrollado un sofisticado sistema de recaudación tributaria que dependía de contratistas privados. Roma subastaba el derecho de cobrar impuestos en regiones específicas a ciudadanos adinerados llamados «publicani» en latín, de donde deriva la palabra española «publicano».
Estos contratistas principales pagaban por adelantado al gobierno romano una suma fija, y luego recaudaban los impuestos de la población, quedándose con la diferencia como ganancia.
En las provincias como Judea, estos publicani principales generalmente eran romanos o personas de alta posición económica. Sin embargo, contrataban a recaudadores locales, judíos de menor rango, para hacer el trabajo directo de cobrar los impuestos a la población. Estos recaudadores locales también eran llamados publicanos, y son los que encontramos mencionados en los evangelios.
Los Diferentes Tipos de Impuestos
Los publicanos cobraban diversos tipos de tributos:
- Impuestos territoriales: Gravámenes sobre la tierra y sus productos agrícolas
- Impuestos de capitación: Tributos personales que cada adulto debía pagar
- Impuestos aduaneros: Tasas sobre mercancías que se transportaban entre regiones
- Impuestos comerciales: Cobros sobre transacciones en mercados y actividades comerciales
Los puestos de aduana, donde se cobraban los impuestos sobre mercancías en tránsito, eran particularmente lucrativos. Mateo, el apóstol, trabajaba precisamente en uno de estos puestos en Capernaúm, una importante ciudad comercial a orillas del Mar de Galilea.
La Posición Social Ambigua
Aunque algunos publicanos acumulaban considerable riqueza gracias a su trabajo, su posición social era paradójica. Por un lado, tenían acceso a recursos económicos que muchos de sus compatriotas no poseían. Por otro lado, eran completamente rechazados por la comunidad religiosa y social judía, considerados impuros y pecadores públicos al mismo nivel que las prostitutas, como vemos en Mateo 21:31-32.
¿Por Qué Eran Tan Despreciados los Publicanos?

El rechazo hacia los publicanos no era simplemente un prejuicio irracional, sino que tenía raíces profundas en consideraciones religiosas, nacionalistas y éticas. Comprender estas razones nos ayuda a apreciar cuán revolucionario fue el acercamiento de Jesús hacia ellos.
Colaboración con el Ocupante Romano
La primera y más obvia razón del desprecio era que los publicanos trabajaban directamente para el Imperio Romano, la potencia ocupante que había conquistado la tierra prometida.
Para el pueblo judío, que mantenía viva la esperanza de liberación política y la restauración del reino de Israel, colaborar con Roma era visto como traición nacional. Los publicanos no solo aceptaban la dominación romana, sino que se beneficiaban económicamente de ella.
Además, el dinero que recaudaban servía para financiar el ejército romano que mantenía el control sobre Judea, Galilea y Samaria. Cada moneda que cobraban era percibida como otra piedra en la muralla de opresión que mantenía al pueblo judío bajo dominio extranjero.
Impureza Religiosa Según la Ley Judía
Desde una perspectiva religiosa, los publicanos enfrentaban múltiples problemas ante las autoridades judías y la comunidad observante:
- Contacto constante con gentiles: Su trabajo requería interacción regular con romanos y otros no judíos, lo cual los hacía ceremonialmente impuros según las leyes de pureza ritual
- Manejo de monedas con imágenes: Las monedas romanas frecuentemente llevaban la imagen del emperador, lo que violaba la prohibición contra imágenes grabadas del segundo mandamiento
- Trabajo en Sabbat: La naturaleza de su trabajo a menudo les impedía observar adecuadamente el día de reposo
- Asociación con pecadores: Su contacto constante con elementos considerados impuros los excluía de la comunidad religiosa
Por estas razones, los publicanos no podían participar plenamente en la vida religiosa judía. Eran excluidos de las sinagogas y sus testimonios no eran aceptados en los tribunales judíos.
Reputación de Corrupción y Extorsión
Más allá de las consideraciones políticas y religiosas, existía una razón práctica y ética para el desprecio hacia los publicanos: su reputación bien merecida de corrupción. El sistema romano de recaudación tributaria era inherentemente propenso al abuso. Como los publicanos pagaban una suma fija anticipada y luego cobraban lo que pudieran, tenían un incentivo directo para cobrar más de lo legalmente establecido.
Las fuentes históricas, incluidos los escritos del historiador judío Flavio Josefo y otros documentos del período, confirman que la extorsión por parte de publicanos era común. Juan el Bautista, cuando algunos publicanos vinieron a ser bautizados, les instruyó específicamente: «No exijáis más de lo que os está ordenado», reconociendo implícitamente que esa era la práctica habitual.
Exclusión Social Total
La combinación de estos factores resultaba en una exclusión social prácticamente total. Los judíos piadosos evitaban comer con publicanos, no entraban en sus casas, y los consideraban al mismo nivel que los pecadores más notorios.
Esta marginación era tan severa que la frase «publicanos y pecadores» se convirtió en una expresión común en los evangelios, apareando a los recaudadores de impuestos con aquellos de reputación moral cuestionable.
Jesús y Su Relación Revolucionaria con los Publicanos

Una de las características más sorprendentes del ministerio de Jesús fue su deliberada y frecuente asociación con publicanos. Esta relación desafiaba todas las convenciones sociales y religiosas de su tiempo, y provocó algunas de las críticas más fuertes contra él por parte de las autoridades religiosas.
El Llamado de Mateo: Un Publicano Entre los Doce
Uno de los actos más radicales de Jesús fue llamar a un publicano para que fuera uno de sus doce apóstoles más cercanos. Mateo, también conocido como Leví, estaba sentado en su puesto de recaudación de impuestos en Capernaúm cuando Jesús simplemente le dijo: «Sígueme». Y Mateo, dejando todo, se levantó y lo siguió.
Este llamado era extraordinario por varias razones. Primero, Jesús eligió a un hombre que era considerado traidor e impuro religiosamente para ser parte de su círculo íntimo. Segundo, lo hizo públicamente, sin intentar ocultar o minimizar el pasado de Mateo. Tercero, inmediatamente después, Mateo organizó una gran fiesta en su casa donde Jesús se sentó a comer con muchos publicanos y pecadores.
Esta última acción provocó la pregunta indignada de los fariseos: «¿Por qué come vuestro Maestro con los publicanos y pecadores?» La respuesta de Jesús es fundamental para entender su misión: «Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. Id, pues, y aprended lo que significa: ‘Misericordia quiero y no sacrificios’, porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento.»
Compartiendo la Mesa: Un Acto de Aceptación Radical
En la cultura del primer siglo, compartir una comida era mucho más que una simple actividad social. Era un acto de comunión íntima que implicaba aceptación, amistad y solidaridad. Los líderes religiosos judíos tenían estrictas reglas sobre con quién podían comer, evitando precisamente a personas como los publicanos para mantener su pureza ritual.
Jesús deliberadamente rompió estas barreras sociales y religiosas al comer regularmente con publicanos. Los evangelios registran múltiples ocasiones en las que Jesús aceptó invitaciones a comer en casas de publicanos o los incluyó en sus reuniones. Este acto simple pero profundo comunicaba un mensaje claro: nadie estaba más allá del alcance del amor de Dios.
La Defensa de Jesús Ante las Críticas
Cuando los fariseos y escribas murmuraban diciendo «Este a los pecadores recibe y con ellos come», Jesús respondió con algunas de sus parábolas más memorables: la oveja perdida, la moneda perdida y el hijo pródigo. Estas historias, que siguen conmoviendo corazones dos mil años después, fueron pronunciadas en defensa de su asociación con publicanos y pecadores.
El mensaje era inequívoco: Dios se regocija más por un pecador que se arrepiente que por noventa y nueve justos que no necesitan arrepentimiento. Los publicanos, tan despreciados por la sociedad, eran precisamente el tipo de personas que Jesús vino a buscar y salvar.
Parábolas y Enseñanzas Sobre Publicanos

Jesús no solo se asoció con publicanos en la vida real, sino que también los incluyó en sus enseñanzas de formas que desafiaban las suposiciones religiosas de su audiencia. Sus parábolas sobre publicanos revelaban verdades profundas sobre la naturaleza del arrepentimiento, la humildad y la justificación ante Dios.
La Parábola del Fariseo y el Publicano
Quizás la enseñanza más conocida de Jesús sobre publicanos es la parábola del fariseo y el publicano registrada en el evangelio de Lucas. Esta historia corta pero poderosa fue dirigida específicamente «a unos que confiaban en sí mismos como justos y menospreciaban a los otros».
En la parábola, dos hombres suben al Templo a orar. El fariseo, representando la élite religiosa, ora de pie y enumera sus méritos: ayuna dos veces por semana, diezma de todo lo que gana, y agradece a Dios por no ser como los demás hombres, especialmente como «ese publicano». Por el contrario, el publicano ni siquiera se atreve a levantar los ojos al cielo. Simplemente se golpea el pecho diciendo: «Dios, sé propicio a mí, pecador».
La conclusión de Jesús debió haber conmocionado a su audiencia: «Os digo que este descendió a su casa justificado antes que el otro, porque cualquiera que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.» Jesús estaba declarando que el publicano despreciado salió del Templo en correcta relación con Dios, mientras que el fariseo religiosamente observante no lo hizo.
El Principio del Arrepentimiento Genuino
Esta parábola enseña varios principios fundamentales que resuenan a través de toda la Biblia:
- La justicia propia es un obstáculo: Confiar en nuestros propios méritos nos impide reconocer nuestra necesidad de la gracia de Dios
- La humildad precede a la restauración: Solo cuando reconocemos honestamente nuestra condición podemos experimentar la misericordia divina
- Dios mira el corazón, no las apariencias externas: Las prácticas religiosas sin humildad genuina son vacías ante Dios
- Nadie es demasiado pecador para ser perdonado: El publicano, considerado el más bajo, encontró justificación a través del arrepentimiento sincero
Los Publicanos Como Ejemplo de Fe
En otra ocasión, Jesús utilizó a los publicanos como ejemplo positivo cuando confrontó a los principales sacerdotes y ancianos del pueblo. Les dijo: «En verdad os digo que los publicanos y las rameras van delante de vosotros al reino de Dios». Esta afirmación debió ser profundamente ofensiva para los líderes religiosos.
Jesús continuó explicando que Juan el Bautista vino en camino de justicia, y los publicanos y las prostitutas le creyeron, pero los líderes religiosos no. Más aún, incluso después de ver el arrepentimiento de aquellos considerados pecadores, los líderes religiosos no se arrepintieron para creerle.
El punto de Jesús era claro: aquellos que reconocían su necesidad de salvación y respondían con fe eran bienvenidos en el reino de Dios, sin importar su pasado. Mientras tanto, aquellos que confiaban en su propia justicia se excluían a sí mismos.
Historias de Transformación: Publicanos que Encontraron Redención

Los evangelios no solo presentan enseñanzas abstractas sobre publicanos, sino que registran encuentros reales y transformadores entre Jesús y recaudadores de impuestos específicos. Estas historias concretas muestran el poder del evangelio para cambiar vidas.
Zaqueo: De Extorsionador a Generoso Seguidor
Una de las historias más queridas del Nuevo Testamento es el encuentro de Jesús con Zaqueo en Jericó. Zaqueo no era simplemente un publicano ordinario; era un «jefe de los publicanos» y era rico, lo que sugiere que había sido particularmente exitoso (y probablemente despiadado) en su profesión.
Cuando Jesús pasaba por Jericó, Zaqueo, siendo de baja estatura, subió a un árbol de sicómoro para poder verlo. La multitud debió sorprenderse cuando Jesús se detuvo bajo el árbol, miró hacia arriba y le dijo: «Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario que pose yo en tu casa.»
La respuesta de Zaqueo fue inmediata: descendió rápidamente y recibió a Jesús con gozo. Pero la multitud murmuró: «Ha entrado a posar con un hombre pecador.» La reacción de Zaqueo ante la gracia de Jesús fue notable. Espontáneamente declaró: «Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado.»
Esta respuesta demuestra varios aspectos de una transformación genuina:
- Restitución generosa: Zaqueo no solo devolvió lo que había robado, sino cuatro veces más, excediendo incluso los requisitos de la ley mosaica
- Caridad radical: Prometió dar la mitad de sus posesiones a los pobres, un acto de generosidad extraordinario
- Reconocimiento de culpa: Su compromiso de devolver «si en algo he defraudado» admitía implícitamente sus acciones pasadas
- Cambio inmediato: No pospuso su transformación; actuó inmediatamente
Jesús respondió a este arrepentimiento genuino con una de las declaraciones más hermosas de su ministerio: «Hoy ha venido la salvación a esta casa, por cuanto él también es hijo de Abraham, porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.
Mateo: El Evangelista que Fue Publicano
Ya mencionamos el llamado de Mateo, pero su historia de transformación merece más atención. Este hombre que una vez recaudaba impuestos para Roma se convirtió en uno de los doce apóstoles y, según la tradición cristiana, autor del primer evangelio del Nuevo Testamento.
El evangelio de Mateo muestra una perspectiva única, posiblemente influida por su experiencia personal. Este evangelio menciona el dinero y las finanzas más que cualquier otro evangelio, lo cual tiene sentido viniendo de alguien con su trasfondo. Más importante aún, el evangelio de Mateo enfatiza repetidamente los temas de inclusión, misericordia y el llamado de Jesús a los marginados.
La transformación de Mateo fue de tal magnitud que abandonó una carrera lucrativa para seguir a un maestro itinerante sin hogar. Pasó de ser un paria social colaborando con el Imperio Romano a ser un líder de la iglesia primitiva y un portador del evangelio que cambiaría el mundo.
El Patrón de Transformación
Estas historias revelan un patrón consistente en cómo Jesús transformaba a los publicanos:
- Iniciativa divina: En cada caso, es Jesús quien toma la iniciativa de acercarse al publicano
- Aceptación incondicional: Jesús no espera que cambien antes de relacionarse con ellos
- Encuentro personal: La transformación ocurre en el contexto de un encuentro real con Jesús
- Arrepentimiento genuino: El encuentro con Jesús produce un cambio auténtico de corazón
- Restitución práctica: El arrepentimiento se traduce en acciones concretas
- Nueva identidad: Los publicanos transformados ya no son definidos por su pasado
El Significado Teológico para los Creyentes de Hoy

Las historias de Jesús y los publicanos no son simplemente relatos históricos interesantes; contienen verdades teológicas profundas que continúan siendo relevantes para los cristianos contemporáneos y la iglesia de hoy.
La Gracia Incondicional de Dios
El trato de Jesús hacia los publicanos demuestra que la gracia de Dios no está condicionada por nuestro estatus social, nuestro pasado o nuestra reputación. Los publicanos eran considerados los más alejados de Dios en su sociedad, y sin embargo, Jesús los buscaba activamente. Esta verdad desafía cualquier noción de que debemos «arreglar» nuestras vidas antes de acercarnos a Dios.
Como el apóstol Pablo escribiría más tarde en Romanos 5:8: «Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.» El evangelio no es para personas que ya están bien, sino para aquellos que reconocen su necesidad de salvación.
La Peligrosa Trampa de la Justicia Propia
La parábola del fariseo y el publicano advierte contra la trampa sutil de la justicia propia. Es posible ser externamente religioso mientras que internamente estamos llenos de orgullo y condenación hacia otros. Los fariseos conocían las Escrituras, practicaban disciplinas espirituales y eran respetados en su comunidad, pero perdieron de vista la esencia de la relación con Dios: la humildad y la misericordia.
Esta advertencia es especialmente relevante para aquellos de nosotros que hemos crecido en la iglesia o hemos sido cristianos por mucho tiempo. Podemos caer sutilmente en la trampa de compararnos favorablemente con otros, de agradecer a Dios por no ser como «esas personas», de olvidar que nuestra justicia es trapos de inmundicia ante Dios sin la gracia de Cristo.
El Llamado a Romper Barreras Sociales
Jesús deliberadamente cruzó las barreras sociales, religiosas y culturales de su tiempo para alcanzar a los marginados. Su ejemplo desafía a la iglesia moderna a preguntarse: ¿A quiénes estamos excluyendo? ¿Hay «publicanos» en nuestra sociedad a quienes evitamos o despreciamos?
En diferentes contextos culturales, los «publicanos» modernos pueden ser personas de diferentes trasfondos socioeconómicos, exconvictos, personas luchando con adicciones, individuos con pasados morales complicados, o simplemente aquellos que son «diferentes» de la mayoría en nuestras congregaciones. El evangelio nos llama a extender la misma bienvenida radical que Jesús ofreció.
La Esperanza de Transformación Genuina
Las historias de Mateo y Zaqueo ofrecen esperanza profunda: nadie está más allá de la capacidad transformadora de Cristo. No importa cuán corrupto haya sido el pasado de alguien, cuán profundamente arraigados estén los patrones de pecado, o cuán dañada esté su reputación, el encuentro con Jesús puede traer cambio genuino y duradero.
Esta esperanza debería informar cómo vemos a otros y cómo nos vemos a nosotros mismos. Para aquellos que sienten que su pasado los descalifica del amor de Dios, las historias de los publicanos proclaman que hay esperanza. Para aquellos que se sienten tentados a escribir a alguien como un «caso perdido», estas historias nos recuerdan que solo Dios sabe lo que puede hacer en un corazón humano.
La Prioridad del Corazón Sobre las Apariencias
Finalmente, el contraste entre los fariseos religiosos y los publicanos arrepentidos nos enseña que Dios valora la condición del corazón por encima de las apariencias externas. La autenticidad, la humildad y el arrepentimiento genuino son más valiosos ante Dios que todas las prácticas religiosas realizadas
con un corazón orgulloso.
Esta verdad nos libera del agotamiento de intentar mantener una fachada espiritual perfecta. Podemos acercarnos a Dios honestamente, con todas nuestras luchas y fracasos, confiando en que Él valora un corazón contrito y humillado más que una imagen pulida de perfección religiosa.
Lecciones Prácticas para la Vida Cristiana Contemporánea

Las enseñanzas de Jesús sobre los publicanos no son solo teología abstracta, sino que tienen aplicaciones concretas para cómo vivimos nuestra fe hoy. Estas lecciones desafían y transforman la manera en que nos relacionamos con Dios, con nosotros mismos y con los demás.
Cultivar un Corazón de Humildad Genuina
La primera aplicación práctica es desarrollar la humildad del publicano en nuestra propia vida de oración y adoración. Esto significa:
- Acercarnos a Dios reconociendo nuestra necesidad constante de gracia, no basándonos en nuestros logros espirituales o religiosos
- Evitar la comparación con otros creyentes que nos lleve a sentirnos superiores espiritualmente
- Mantener una conciencia saludable de nuestra fragilidad humana sin caer en condenación destructiva
- Celebrar la gracia de Dios como el fundamento de nuestra relación con Él, no nuestro desempeño
Podemos preguntarnos regularmente: ¿Mi oración se parece más a la del fariseo o a la del publicano? ¿Estoy enumerando mis méritos ante Dios o clamando por su misericordia?
Practicar la Hospitalidad Radical
Jesús modeló una hospitalidad que cruzaba todas las líneas sociales. Los cristianos de hoy están llamados a hacer lo mismo:
- Abrir nuestras mesas y hogares a personas de diferentes trasfondos, no solo a aquellos que son como nosotros
- Buscar activamente relaciones con personas que la sociedad margina o desprecia
- Crear espacios en nuestras comunidades de fe donde todos se sientan genuinamente bienvenidos
- Resistir la tendencia natural a juzgar o rechazar a personas basándonos en su apariencia, pasado o reputación
Esto puede significar invitar a un compañero de trabajo que todos evitan, dar la bienvenida a alguien cuyo estilo de vida difiere del nuestro, o simplemente sentarse junto a alguien que está solo en lugar de con nuestro grupo habitual.
Ofrecer Gracia en Lugar de Juicio
Una de las críticas más frecuentes a la iglesia contemporánea es que parece más interesada en juzgar que en amar. El ejemplo de Jesús con los publicanos nos muestra un camino diferente:
- Cuando alguien comparte una lucha o un fracaso, nuestra primera respuesta debería ser de compasión y apoyo, no de condenación
- Recordar que todos somos pecadores salvados por gracia, no personas justas que han ganado el favor de Dios
- Crear culturas en nuestras iglesias donde las personas puedan ser honestas sobre sus luchas sin temor al rechazo
- Enfocarnos en restaurar a las personas en lugar de exponerlas o castigarlas cuando fallan
Valorar el Arrepentimiento Verdadero
Las historias de Zaqueo y otros publicanos transformados nos enseñan a reconocer y celebrar el arrepentimiento genuino:
- El arrepentimiento verdadero produce cambio concreto, no solo palabras o emociones temporales
- Debemos estar dispuestos a creer en la transformación cuando alguien demuestra cambio genuino, no mantenerlos prisioneros de su pasado
- La restitución práctica es parte del arrepentimiento, hacer las paces con aquellos a quienes hemos dañado
- La comunidad de fe debe apoyar y celebrar los pasos hacia la transformación, no ser cínica o escéptica
Examinar Nuestros Propios Prejuicios
Jesús constantemente desafiaba los prejuicios religiosos y sociales de su época. Nosotros también debemos estar dispuestos a examinar los nuestros:
- ¿Hay grupos de personas que automáticamente descartamos como no alcanzables o no bienvenidos en nuestra comunidad?
- ¿Mantenemos estándares diferentes para diferentes personas, siendo más indulgentes con aquellos que son como nosotros?
- ¿Nuestras preferencias culturales o políticas se han mezclado con el evangelio de manera que excluyen a otros?
- ¿Asumimos que ciertas personas no están interesadas en Dios sin realmente conocerlas o invitarlas?
Conclusión
La historia de los publicanos en la Biblia es mucho más que una nota al pie histórica sobre un grupo de recaudadores de impuestos en la Palestina del primer siglo. Es una ventana al corazón mismo del evangelio: un Dios que busca activamente a aquellos que la sociedad ha descartado, que ofrece gracia incondicional a los que reconocen su necesidad, y que transforma vidas de maneras que nadie más creería posibles.
Cuando leemos sobre Mateo dejando su puesto de recaudación para seguir a Jesús, o sobre Zaqueo bajándose apresuradamente de aquel sicómoro para recibir al Salvador en su casa, no estamos simplemente leyendo sobre ellos.
Estamos leyendo sobre nosotros mismos. Porque todos somos, en cierto sentido, publicanos: personas que hemos estado en el negocio de servir a reinos equivocados, que hemos acumulado deudas que no podemos pagar, que hemos sido excluidos de la comunión que anhelamos profundamente. Y a todos nosotros, Jesús nos dice: «Sígueme.»
El mensaje de los publicanos nos recuerda que el evangelio no es para personas que tienen todo resuelto, sino para aquellos que reconocen humildemente su necesidad. Nos desafía a examinar si nuestras comunidades reflejan la hospitalidad radical de Jesús o las barreras exclusivistas de los fariseos. Y nos llama a ser portadores de esta misma gracia transformadora en nuestro propio contexto, buscando a los «publicanos» de nuestra época y extendiéndoles la bienvenida que Cristo nos ha extendido a todos.
La próxima vez que leas sobre publicanos y pecadores en los evangelios, recuerda: estas no son solo historias antiguas. Son invitaciones actuales a experimentar y extender la gracia escandalosa de un Dios que come con pecadores.